Infinita tisteza

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Hay orquídeas que duermen con el frío, su descanso nos sugiere otra mañana, una canción sin cicatrices. En esta calle, los perros no ladran los domingos, entonces, los gatos deben hacer las veces de guardianes; armados con tus garras, nos cuidan de la muerte y sus naufragios.
Hoy desperté para escribir tu nombre, para ver la tormenta con tus ojos, para descubrir el mar de olvido en que se curan rebaños en tu espalda. Hay cicatrices en guitarras que recuerdan tu silencio.
Aunque duele decir tu nombre, es como si un paisaje de soledad nos enfermara, como si, armados con un ejército de inválidos, quisiéramos atravesar el desierto. Duele la tormenta, sí, y es preciso abandonar las naves porque el sueño nos olvida. Es necesario gritar, curarse con lágrimas la tristeza que nos despierta.
Entonces los gatos deben cuidarnos del frío, del desconsuelo que enferma nuestras manos, del oscuro oscuro tiempo que transcurre y nos infecta de miseria y destrucción. Cierto, mañana su trabajo habrá valido la pena, mientras tanto, cansados, combatimos junto a ese vencido ejército de ángeles que, fielmente, nos defiende. Hay llagas que no cierran las palabras, hay abismos que no alivian las canciones que hablan de tu piel.
Enfermo, observo desde mi habitación el hospital en que soy sólo un espantapájaros. Abro las ventanas para esperar la muerte, para gritar la soledad que marca mi piel, para enfermarme con los niños que se despiden dolorosamente.
Deseo una manzana; deseo que una lluvia nos inunde. Paciente, la destrucción escribe tu nombre en mis pestañas. 
Mi colección de paraguas te pertenece desde ahora. Hasta siempre. 



Edgar Mena

1 comentario:

C.B.3 dijo...

Hummm la ifinita tristeza...
gracias interesante